Rafael Cansinos Assens, un alumno discriminado

Rafael Cansinos Assens se educó en los Escolapios de Sevilla entre 1892 y 1897, año en el que padece una fuerte crísis psicológica que le impidió finalizar sus estudios de Grado. Existe una novela, Los escolapios, todavía inédita, donde narra su experiencia escolar durante estos cinco años que fueron los más traumáticos de su vida. Cuando da repaso a sus recuerdos como antiguo alumno de un colegio de Escolapios, y la triste experiencia de la enseñanza religiosa que allí vivió, su escritura se llena de sonrojó y confesiones deprimentes. Además de la crítica del sistema pedagógico imperante, hace un recuento detallado de toda clase de vejaciones clasistas.

RCA provenía de una familia venida a menos, con serios poblemas económicos, y su madre, que quería la mejor educación para él, sobre todo en el terreno religioso, consiguió que estudiara en los Escolapios de Sevilla. Así entró en la sección de niños pobres de la institución, una especie de lo que hoy llamaríamos un sistema de becas.

Estos niños (solo varones, a las niñas se las educaba en otras instituciones para que fueran buenas esposas y madres) entraban al colegio por una puerta especial para ellos, no tenían acceso a la mayor parte de las clases de los niños de pago, el trato de los profesores era especialmente vejatorio y humillante en esa sección, y la comida estaba basada en un gran caldero donde se echaban todas las sobras de las comidas de los alumnos pudientes.

En cuanto al sistema pedagógico, Cansinos Assens recuerda las clasificaciones discriminatorias a las que eran sometidos los alumnos, que además de ser separados entre ricos y pobres, padecían más subclasificaciones: los primeros de la clase y los últimos, los listos y los torpes, todo ello basado en la especial habilidad que tenían los curas para despertar en los niños ansias de emulación y egoísmo. «Solo muchos años después, llegué a comprender lo nefasto, lo fatal y nocivo de este sistema pedagógico, basado en la emulación, que destruye la solidaridad entre los que buscan la cultura y fomenta el ansia de saber egoista, haciendo que esos buscadores de oro de la ciencia operen aisladamente y guarden cada cual su hallazgo, sin mostrarlo más que para humillar al otro, con lo que se frustra en la escuela el objeto de la escuela misma y se renuncia a esa alegría del hallazgo común, de la participación, convirtiendo a los camaradas en rivales...»

Hoy, los métodos son más refinados, pero las tácticas de discriminación, y sobre todo, las malas intenciones que hay detrás, son las mismas. En tiempo de Cansinos Assens sus educadores, y las familias  que  los financiaban y apoyaban, posaban de benefactores y buenas personas que gracias a su generosidad contribuían al mejoramiento de la sociedad. Esto no ha cambiado en absoluto en nuestros días, y la burla a la dignidad y a la honestidad, basada en un sutil modus operandi, sigue vigente en los colegios concertados.